1.3.- No debe ser evaluación

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Resulta útil complementar las definiciones de la evaluación con la visión en clave negativa de los errores o vicios más usuales con los que nos encontramos frecuentemente en la práctica. Su conocimiento nos facilitará cierta prevención entre ellos, a la vez que, por contraste, delimitará mejor el alcance auténtico de la evaluación.

 


1.- LAS PSEUDOEVALUACIONES O LA TRAMPA DE LAS EVALUACIONES A PRIORI

Uno de los errores más típicos en los que se suele caer es el de hacerse la trampa a sí mismo. Por decirlo metafóricamente, se trata de tirar primero el dardo para poner la diana después. Esta tarea no cabe duda de que es una manera efectiva de acertar siempre. Sucede cuando evaluamos algo a su término, sin haber prefijado claramente desde el principio lo que ha de evaluarse. Con este proceder no llevamos a cabo una auténtica evaluación (cabe, sin embargo, plantearse una evaluación sin metas prefijadas, pero siempre cuando se adopte como estrategia definida con vistas a recoger todo tipo de información y contingencias que aparecen en el desarrollo de un programa).

Otra manera de autoengañarse consiste en realizar el proceso inverso, decidiendo de antemano qué es lo que quiero que salga, dedicando después todos los esfuerzos a justificar con la evaluación lo que –miren ustedes por dónde…- va a coincidir con lo que ya había prefijado. Ejemplos de la primera situación los encontramos cada vez que una profesional confunde su trabajo con el de un alquimista medieval en busca de la piedra filosofal. Es la actitud del vamos a hacer esto… y a ver lo que sale. La improvisación y la espontaneidad pueden llegar a ser recursos necesarios en ciertos momentos, siempre y cuando no se conviertan en el eje y la constante de dicho trabajo.

Respecto del segundo vicio mencionado, también nos lo encontramos con frecuencia, sobre todo cuando la evaluación se convierte en la llave del profesional para mantener su contrato laboral con la institución en la que trabaja.

 

2.- LA IDENTIFICACIÓN DE LA MEDIDA CON LA EVALUACIÓN

Otra de las cosas que no se debe confundir con la evaluación es identificar la medida que sale de los datos obtenidos con la evaluación que surge de la valoración efectuada a partir de esa medida. Esta confusión, no por sutil deja de ser importante. De caer en ella al reducir la evaluación a mera cuantificación de datos, números o porcentajes, cuando sabemos que lo sociocultural no es reducible a cifras. No podemos absolutizar los datos porque, en sí mismos, no dicen nada, sin una referencia al contexto que les da sentido y relieve. El número de jóvenes que ha participado en una
determinada actividad de un barrio, no es evaluable sin una alusión a la población total de jóvenes existente en dicho barrio, o sin saber a qué hora y en qué fecha se realizó (no es lo mismo si se hace en horas de clase o trabajo que en horas libres, entre semana o en sábados o domingos, dentro del curso o en vacaciones), si es la primera vez que se realiza o es una actividad consolidada, etc. todos estos ejemplos ilustran, en definitiva, la necesidad de completar los datos cuantitativos con referencias cualitativas y contextuales, para poder valorarlos en su justa medida.

 

3.- EL SECTARISMO

O también podemos llamar aquí “parcialidad”, es otro de los errores más usuales. Se suele dar debido a los prejuicios, intereses o apasionamiento con que a menudo se afrontan las evaluaciones. Puede haber tendenciosidad tanto en la selección y obtención de informaciones como en el momento de difundirla.

 

4.- EL SUBJETIVISMO

De la misma forma que la evaluación no es un mero dato, tampoco se puede reducir a mera opinión sin suficiente fundamento, sin explicaciones y sin recomendaciones o alternativas sugeridas para afianzar los resultados positivos y/o evitar los negativos. Un profesional riguroso no puede conformarse con evaluaciones que se resuelven en afirmaciones tales como: “la gente se lo ha pasado bien”, “la actividad resultó un fracaso”. Se trata de aportar no sólo descripción de hechos sino su interpretación y sobre todo proponer vías de mejora.

 

5.- LA INDISCRIMINACIÓN O MEZCLA DE NIVELES

Antes de ponerse a valorar algo, es preciso saber qué, para qué y a quién le interesa esa evaluación. En función de la respuesta que se dé a cada una de estas preguntas se establecen diferentes niveles. No es lo mismo evaluar una actividad, un programa de actividades, la organización con la que se realizó, las expectativas de la entidad organizadora o la satisfacción de los destinatarios. En cada caso existen distintos y hasta contradictorios intereses y el evaluador tiene que saber dar a cada cual lo suyo, sin mezclar o confundir la perspectiva institucional con la profesional o la
comunitaria. Al equipo de trabajo le interesa, por ejemplo, la calidad del programa, mientras que a la población beneficiaria del mismo le puede interesar saber el grado de cumplimiento de sus expectativas, y la institución que lo financia puede preocuparse de la relación coste/beneficio por participante.

 

6.- LA BUROCRATIZACIÓN

La burocratización de la evaluación acostumbra a darse en ámbitos institucionales en donde ésta termina convirtiéndose en una rutina obligada y puramente formal. En estas circunstancias se trata de un puro trámite que no aporta nada nuevo a lo anterior ni mejora lo posterior.

 

7.- EL "PRINCIPIO DE INDETERMINACIÓN"

En concreto vengo a referirme al límite de nuestro conocimiento a la hora de captar la realidad sociocultural. Este límite en nuestro contexto es el que se nos plantea en forma de relación inversa entre exactitud y la amplitud del conocimiento, de forma que cuanto más preciso queremos que sea, menos abarcamos en el mismo.

Inversamente, cuanto más amplio pretenda ser el conocimiento de la realidad sociocultural, menos exacto tienda a ser. Otra manera de acercarnos a este problema es el de constatar la imposibilidad de aislar y manipular las variables a evaluar sin modificar el medio natural. Creo que así se encuentra la clave del dilema evaluación cuantitativa-cualitativa. Ambos enfoques se pueden aplicar al terreno que nos ocupa, pero teniendo en cuenta la dimensión procesual, compleja, práctica y participativa de los proyectos socioeducativos, el enfoque cualitativo resulta más apropiado en la mayor
parte de las situaciones socioculturales, sin desechar lo cuantitativo como complemento y en casos especiales.

 

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